Rendición de cuentas y responsabilidad

Author(s): Jean Drèze y Amartya Sen
Date: 15 de abril de 2025
Country: India
Language(s): Español

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Muchos en India, tanto ricos como pobres, anhelan una mayor rendición de cuentas en las instituciones públicas. La viuda que no recibe respuesta sobre su solicitud de pensión; el trabajador de saneamiento que lleva meses sin que le paguen; la víctima indefensa de cobros excesivos en su factura de electricidad; el conductor de camión extorsionado por funcionarios corruptos: todos comparten el deseo de que los empleados públicos y las instituciones sean responsabilizados por el cumplimiento justo y efectivo de sus deberes.

Se ha hablado mucho sobre este problema y también se han tomado algunas medidas. En 2005, la Ley de Derecho a la Información representó un avance significativo al establecer nuevos estándares de transparencia con mecanismos exigibles ante los tribunales. Algunos estados han implementado sistemas mejorados de atención a quejas e incluso han aprobado nuevas leyes.

Sin embargo, en la última década, la situación ha tomado el rumbo opuesto. Las autoridades en Nueva Delhi han mostrado mayor interés en exigir responsabilidad a los ciudadanos que en rendir cuentas ante ellos. Además, muchas instituciones públicas han quedado reducidas a meros instrumentos del Gobierno.

Reavivar los esfuerzos para fortalecer la rendición de cuentas en las instituciones públicas sería sin duda valioso. No obstante, esta estrategia tiene sus límites como herramienta para garantizar que dichas instituciones trabajen por el bien común. En esencia, la rendición de cuentas opera mediante un sistema de incentivos y sanciones para el cumplimiento de obligaciones previamente definidas. Sin embargo, muchas de las acciones de los funcionarios públicos son difíciles de regular de esa manera a nivel micro. Incluso en los casos donde sí es posible, no siempre conviene establecer un sistema rígido de tareas y recompensas. Además, el enfoque basado en castigos y premios suele funcionar dentro de un marco limitado, sin aprovechar la iniciativa y creatividad del trabajador.

Por ejemplo, no es difícil monitorear la asistencia de un maestro a la escuela, pero ¿cómo garantizar que enseñe con dedicación y entusiasmo? Una respuesta simplista, promovida por algunos, es vincular el salario del docente con el rendimiento de sus estudiantes. Sin embargo, una escuela no es solo un centro de formación académica: una educación de calidad también abarca el bienestar, las habilidades, el comportamiento, los valores y el desarrollo integral de los niños. Algunos mecanismos de rendición de cuentas pueden contribuir a mejorar la educación, pero todos tienen sus limitaciones. Para empezar, es difícil que un observador externo evalúe con precisión lo que hace un docente, y mucho menos que determine la relación entre sus acciones y sus posibles resultados.

Debemos reconocer que la rendición de cuentas es solo un aspecto dentro de una preocupación más amplia: la responsabilidad. Un maestro puede actuar de modo responsable porque está obligado a rendir cuentas, pero también por su propia vocación de ser un buen docente y ayudar a sus estudiantes a desarrollar sus capacidades. Otro ejemplo: no fue la rendición de cuentas lo que llevó a innumerables médicos, periodistas y trabajadores humanitarios en Gaza a seguir atendiendo a los heridos, informando sobre los hechos y alimentando a los hambrientos mientras caían bombas a su alrededor (e incluso sobre ellos). La mayoría lo hizo por su compromiso con la población de Gaza o por la ética de su profesión.

La diferencia entre rendición de cuentas y responsabilidad es clave por al menos dos razones. En primer lugar, el sentido de responsabilidad puede ser una fuerza poderosa para el progreso social. La rendición de cuentas puede inducir a las personas a hacer lo que otros les exigen, en la medida en que su cumplimiento pueda ser supervisado. En cambio, la responsabilidad abarca lo que las personas quieren hacer por iniciativa propia en favor del interés público. Esta motivación interna puede ser una fuente invaluable de creatividad e innovación, más allá de las exigencias de la rendición de cuentas. De hecho, el desarrollo de una cultura de responsabilidad ha sido clave en la consolidación de instituciones públicas eficaces en todo el mundo, no sólo en las escuelas, sino también en hospitales, bibliotecas, museos, tribunales y parlamentos.

En segundo lugar, la rendición de cuentas y la responsabilidad también difieren en los medios que se emplean para fomentarlas. En algunos casos, los mecanismos de rendición de cuentas también pueden fortalecer la responsabilidad. Por ejemplo, la puntualidad en el trabajo puede ser más fácil de mantener cuando se espera lo mismo de todos. En este sentido, la rendición de cuentas y la responsabilidad se complementan. Pero también pueden entrar en conflicto. Por ejemplo, un entorno altamente jerárquico puede reforzar la rendición de cuentas al tiempo que desmotiva a quienes ocupan posiciones subordinadas, socavando su sentido de responsabilidad. De manera similar, la centralización puede mejorar la supervisión, mientras que la descentralización puede fomentar la responsabilidad individual. A pesar de sus puntos en común, cada concepto tiene su propio ámbito.

Jaipal Singh Munda, destacado portavoz de los adivasis (grupos étnicos) en la Asamblea Constituyente de la India, ofreció un ejemplo interesante de la importancia de promover la responsabilidad sin recurrir a mecanismos de rendición de cuentas. Una de sus primeras iniciativas como ministro de Deportes de la India independiente fue organizar un partido de críquet entre parlamentarios de los distintos partidos políticos. Este gesto contribuyó a generar un mejor ambiente entre ellos. Como él mismo observó: “El partido, el almuerzo en el Estadio Nacional y la cena lograron algo importante. Reunieron a todos los partidos políticos y fomentaron un clima de camaradería en ambas cámaras del Parlamento”. Su intención no era solo hacer más agradable la vida parlamentaria, sino mejorar su funcionamiento. Lamentablemente, poco queda de ese espíritu hoy en día.

Como ilustra esta anécdota, la responsabilidad suele tener un componente de cooperación. Es cierto que una persona con principios puede actuar responsablemente sin importar lo que hagan los demás, como el peatón que espera el semáforo en verde mientras otros cruzan en rojo. Pero para la mayoría, actuar con responsabilidad es más fácil cuando los demás hacen lo mismo.

Esta observación tiene implicaciones profundas. Una de ellas es que la irresponsabilidad puede convertirse en una “trampa social”, donde las personas retribuyen la irresponsabilidad ajena con más irresponsabilidad, incluso cuando preferirían formar parte de un entorno responsable. Muchas escuelas en India parecen haber caído en una trampa de este tipo. La otra cara de la moneda es que los esfuerzos colectivos por salir de la trampa pueden ser fructíferos: también existe un estado de equilibrio en el que las actitudes responsables de unos refuerzan las de otros. La literatura sobre normas sociales está llena de ejemplos de estos “múltiples equilibrios”.

A menudo se olvida que toda la estructura de la democracia electoral se basa en un simple acto de responsabilidad cooperativa: votar. Cada votante sabe que su voto individual no marcará la diferencia, y aun así, muchos —a menudo una gran mayoría— votan, incluso en circunstancias difíciles (caminando largas distancias o haciendo fila durante horas en el frío). Las motivaciones para votar pueden ser variadas, pero para muchos, es simplemente un acto de ciudadanía responsable.

El papel fundamental de la responsabilidad en la vida social ha sido analizado por numerosos importantes pensadores a lo largo de la historia, incluidos destacados economistas. Adam Smith, en La teoría de los sentimientos morales, destacó que nuestras acciones no sólo están guiadas por nuestros propios objetivos, sino también por “reglas generales de conducta” que surgen de la reflexión sobre cómo los demás percibirán nuestros actos. Alfred Marshall, considerado el padre de la economía neoclásica, inició su obra Principios de economía con una extensa reflexión sobre el poder del “servicio desinteresado” y llegó a afirmar que “el objetivo supremo del economista es descubrir cómo desarrollar este activo social latente”. B.R. Ambedkar sostenía que la libertad y la igualdad “no pueden convertirse en un orden natural de las cosas” sin la fraternidad, una forma profunda de responsabilidad que “lleva al individuo a identificarse con el bienestar de los demás”. Estas ideas pueden haber perdido protagonismo en la economía dominante actual, fascinada con el homo economicus, pero siguen siendo tan relevantes como siempre. Lo que sabían los primeros economistas, también podemos saberlo nosotros.

 

Este artículo fue publicado originalmente en The Telegraph el 24 de febrero de 2025. Fue traducido por Juliana Marín Fryling, y la traducción fue verificada por Adrian Gurza Lavalle.

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AUTHOR INFORMATION

Jean Drèze

Jean Drèze es profesor visitante en el Departamento de Economía de la Universidad de Ranchi (India).

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Amartya Sen

Amartya Sen es Thomas W. Lamont University Professor y profesor de Economía y Filosofía en la Universidad de Harvard. Fue galardonado con el Premio Nobel de Ciencias Económicas en 1998 por su contribución a la economía del bienestar.

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